Lidiar con el miedo
El miedo es quizá la emoción más común a la hora de recuperar nuestra rutina pero esta emoción desaparecerá con el tiempo
Ahora que la pandemia parece bastante más controlada sigue habiendo dudas sobre qué pasará una vez recuperamos la "nueva normalidad": ¿Podremos volver con normalidad al trabajo? ¿Cómo nos relacionaremos con nuestros mayores? ¿Continuará existiendo peligro de contagio? No saber cuándo podrá considerarse todo "listo" generará en un sector de la población un estado de ansiedad y estrés en su vida cotidiana, laboral y social. Y es que nuestro sistema límbico, aquel que detecta amenazas y peligros y que vela por nuestra supervivencia, ha sido muy activado estos últimos meses ...
Biológicamente estamos preparados para responder a predadores, fundamentalmente huyendo a refugiarnos o (si no hay más remedio) peleando, pero no para responder a virus. Para protegernos de amenazas como la del coronavirus la selección natural nos ha dotado de un sistema inmune, que puede estar más o menos reforzado, pero no de un comportamiento defensivo. Nuestro comportamiento defensivo no ha evolucionado para responder a este tipo de amenazas. Así que, a pesar de ser lo más normal de mundo tener miedo, nuestra amígdala no nos ayuda mucho en esta situación y por lo tanto tendremos que usar más la corteza cerebral en este caso.
Experimentar cierto temor y ansiedad se considera normal e incluso saludable. Nunca hemos vivido una pandemia de estas dimensiones y cualquier cambio importante, incluso los que representan una mejora (cambio de vivienda, ascenso laboral, la llegada de un hijo ...) es generador de estrés y exige un período de adaptación. Con el confinamiento, nuestros mecanismos de supervivencia nos han permitido adaptarnos a estar encerrados, pero ahora que ya se empieza a poder salir, a veces hay que obligarse a hacerlo porque sentimos miedo. La idea de retomar la vida fuera de casa, el lugar seguro, puede hacer aflorar el miedo, fenómeno referido por algunos como el síndrome de la cabaña. El miedo es quizá la emoción más común a la hora de recuperar nuestra rutina pero esta emoción desaparecerá con el tiempo y obviamente cuando se encuentre la vacuna por Covid-19 ya que el sentimiento de seguridad se afianzará cuando la población sienta que la pandemia se puede combatir.
El miedo por Covid-19 es una emoción necesaria y adaptativa pero no se puede quedar con nosotros permanentemente porque podría generar bloqueo y malestar emocional, llegando incluso a ser invalidante. Hay que ser precavido y prudente, sin alarmismos, planificar las rutinas diarias que den bienestar, identificar y compartir las emociones con personas de confianza, centrarse en el momento presente, adoptando un estilo de vida más saludable y huyendo de los peores escenarios posibles los que refuerzan las emociones negativas y provocan la ansiedad anticipatoria.
Esta crisis dejará una huella diferente en cada uno de nosotros. Algunos desgraciadamente habrán sufrido la pérdida de un familiar sin poderse despedir, otros habrán visto como se han tenido que cerrar las puertas de su negocio. Unos podrán enfermar y precisar de ayuda profesional y otros en cambio saldrán reforzados, habiendo desarrollado su resiliencia y habiendo alcanzado unos valores vitales que les lleve a enfrentarse a la vida de manera diferente.
Victoria García Masip es licenciada en Psicología por la UOC, tiene un máster universitario en psicología clínica y de la salud por la Universidad Rovira i Virgili y uno en psicoterapia integradora, aparte de otras formaciones relacionadas con el ámbito del Coaching, la gestión emocional, la resolución de conflictos y el mindfulness. Actualmente está realizando una tesis sobre la adicción a las nuevas tecnologías
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