EL BINOMIO CUERPO-MENTE
“Si cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras cambian” Wayne Dyer
Según promulgó la OMS en 1948, “la salud no es sólo la ausencia de enfermedad sino “un estado de bienestar físico, psicológico y social” en el cual intervienen los pensamientos, emociones y comportamientos de la persona. Las emociones son reacciones psicofisiológicas que todos experimentamos en nuestro día a día aunque no siempre seamos conscientes de ello. Son de carácter universal, surgen ante situaciones que suponen una amenaza, pérdida, daño, novedad, etc. y nos preparan para poder dar una respuesta adaptativa a tal situación. De entrada, pues, las emociones se consideran adaptativas pero también dependerá de la interpretación que la persona haga del estímulo, es decir, del significado que le dé a este, y de la respuesta de afrontamiento que genere.
La creencia de que los procesos psicológicos de tipo emocional afectan a la salud física tiene su origen en tiempos remotos. Una persona sana debe estarlo tanto en mente como en cuerpo. Las emociones consideradas positivas (buen humor, alegría, optimismo,) así como las negativas (ansiedad, ira, tristeza, estrés,) influyen en la salud: las positivas obviamente representan un beneficio para nuestra salud, puesto que ayudan a sobrellevar las dificultades de una enfermedad y facilitan su recuperación. Por el contrario, en el caso de las perturbadoras, el efecto es negativo puesto que ciertas reacciones patológicas desmesuradas provocan una experiencia afectiva desagradable y una alta activación fisiológica que hace más vulnerable el sistema inmunológico y que por tanto favorece el desarrollo de ciertas patologías físicas y mentales.
Ante un exceso de carga emocional, cada persona puede presentar una sintomatología diferente: problemas físicos (trastornos digestivos, cefaleas,) cognitivos (obsesiones, preocupación excesiva) o conductuales (adicciones). La reacción ante determinadas situaciones y las emociones son diferentes en cada individuo y para hacer frente a situaciones generadoras de cargas emocionales y evitar verse desbordado por ellas se hace necesario disponer de ciertas destrezas y estrategias que nos ayudarán a no perder el control.
En la actualidad, el tratamiento de las enfermedades ha pasado de un enfoque meramente biologicista o reduccionista a uno holístico que entiende al ser humano como a un ser complejo con un cuerpo que a veces sufre y unos procesos mentales que al alterarse también producen sufrimiento. Los tratamientos de tipo integral contemplan pues tanto los aspectos orgánicos como psíquicos del paciente ya que entienden que hay una poderosa interacción entre ellos. Salud física y mental forman un binomio indisoluble. Por otro lado, dicha interacción es una vía de doble sentido: los factores psicológicos pueden contribuir a generar o agravar trastornos físicos y también las enfermedades orgánicas por su parte pueden afectar a la manera de procesar la información así como al estado de ánimo.